Ventanas Rotas

Publicado: el miércoles 14 de enero de 2015 | Por: Francisco

En este inicio de año creo que en vez de hablar sobre fijación de metas, para variar un poco, podemos hablar de nuestra forma de vivir día con día. Existe una teoría llamada de las ventanas rotas, de la cual me enteré gracias a un correo electrónico que recibí hace ya verios meses, que trata sobre el “contagio” de las conductas inmorales o inapropiadas que podría aplicar a muchas situaciones de nuestra realidad actual, por lo que resulta interesante conocerla. La teoría elaborada por James Wilson y Goerge Kelling tiene su origen en un experimento que realizó Philip Zimbardo, psicólogo de la Universidad de Stanford en 1969 que consistió en lo siguiente:

Abandonó un coche en un barrio pobre, en el Bronx de Nueva York, con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas para estudiar qué ocurría. A los 10 minutos, empezaron a robar sus componentes. A los tres días no quedaba nada de valor. Luego empezaron a destrozarlo.

Abandonó otro coche en las mismas condiciones en un barrio rico de Palo Alto, California. No pasó nada. Durante una semana el coche siguió intacto. Entonces, el psicólogo dio martillazos a la carrocería y esto actuó como señal para los honrados ciudadanos de Palo Alto, porque a las pocas horas el coche estaba tan destrozado como el del Bronx.

Este experimento es el que dio lugar a la teoría de las ventanas rotas de Wilson y Kelling:

Si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos. ¿Por qué? Porque la ventana rota envía un mensaje: Aquí no hay nadie que cuide de esto.

O consideren una banqueta. Se acumula algo de basura. Pronto, más basura se va acumulando. Eventualmente, la gente comienza a dejar bolsas de basura.

Los ayuntamientos conocen bien esta teoría. Cuando aparece un graffiti en una pared, si no se borra pronto, toda la pared y las de las casas próximas aparecen llenas de grafito.

El mensaje es claro: Una vez que se empiezan a desobedecer las normas que mantienen el orden en una comunidad, tanto el orden como la comunidad empiezan a deteriorarse, a menudo a una velocidad sorprendente. Las conductas incivilizadas se contagian.

Lo interesante de esto es que esto aplica no solo en las condiciones de nuestras ciudades, sino en las condiciones de nuestras relaciones y de nuestra vida misma.

Cuando rompemos “un poco” nuestra dieta o nuestro régimen de ejercicio es muy probable que se cree una inercia negativa.

Cuando decimos “mentiras piadosas” es muy probable que se nos forme el hábito de mentir para salir de los problemas y para mantener nuestras mentiras anteriores.

Cuando tolero la irresponsabilidad una vez, es muy probable que esta conducta se repita una y otra vez.

Y así en diferentes situaciones y aspectos de nuestras vidas.

El problema está en que tenemos que luchar contra nosotros mismos y contra los demás. Estamos expuestos a nuestra propia debilidad y a que si realizamos una acción indebida, ésta probablemente contagiará nuestras demás acciones.

“Ya no fui al gimnasio hoy, entonces ni para qué hago mi dieta. Mejor empiezo la próxima semana.”

“Uff que bueno que se creyó mi jefe la historia que le inventé. Tengo que ir teniendo otra lista para la próxima”

Pero además, aún si evitamos esto, estamos expuestos a que si alguien con quien convivimos actúa indebidamente podemos contagiarnos también de sus conductas.

“Mi amigo se ahorró la multa con el dinero que le dio al policía, a la próxima yo haré lo mismo”

Lo importante es que hagamos conciencia de las ventanas rotas en nuestras vidas y empezar a tomar las acciones necesarias para repararlas antes de que sea demasiado tarde y que la inercia o contagio terminen por romper “nuestras demás ventanas”.

Saludos y un excelente eñe nuevo!

Francisco Duarte – Crece Coaching & Consulting Empresarial

Deja tu comentario

Francisco Javier Duarte R.

Coach/Consultor

Con 11 años de experiencia a nivel gerencial en un grupo empresarial regional.
Leer más